‘Los mercenarios 3’ (Patrick Hughes, 2014)

La acción como tal en el mundo del cine, entendiéndola desde un punto de vista cuya ejecución la transforma en algo maleducado y sin explicaciones, ha mantenido siempre unos resultados más que óptimos por ser una simple fuente de entretenimiento más allá del disfrute con una película poco convencional y de trasfondo épico.

La acción es un elemento cinéfilo, un tipo de cine concreto que nos embauca en su propia forma y estilo, abstrayéndonos de todo lo que no sea un disparo certero o una explosión de la cual no hay explicación para sobrevivir.

“Los mercenarios” (Sylvester Stallone, 2010) consiguió abrir la lata con una obra creada con este fin: el entretenimiento más puro y directo, conjugando estos disparos y explosiones con nombres ilustres del panorama internacional del cine de acción sin límites, y en el cual todo era posible mediante la fuerza e inteligencia militar. Y tras abrir la lata, surgió un par de años más tarde Los mercenarios 2” (Simon West, 2012) en lo que resultó algo más completo y perfeccionado que la primera entrega, cuya fuerza residió en la agilidad y la magnífica puesta en escena de la misma.

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“Los mercenarios 3” (Patrick Hughes, 2014) es otra historia. La mezcla de nombres cuyos mejores recuerdos en el mundo del cine están realizados a base de golpes, ha crecido, y ahora se trata de una verdadera macedonia de golpes y armamento para los cual el guión y la trama han terminado por renunciar y meterse dentro de la explosión que haga saltar a los protagonistas. La acción que alzó a esta saga como verdaderamente digna de ser conocida no llega al nivel aceptable de las anteriores, quedando en algo más ínfimo y deteriorado con esta entrega que, atesora momento de humor sin llegar a entrar tampoco en los pequeños detalles que hicieron encariñar al espectador con los protagonistas.

Un Stallone al que cada día parece que más le puedan estallar las venas y Jason Statham haciendo lo que siempre hace, y que siempre hace bien, son lo rescatable de un reparto que pierde la virilidad veterana de las entregas predecesoras debido a la inclusión de jóvenes aspirantes a tipos duros del panorama. Wesley Snipes es desaprovechado, aunque posee las mejores escenas de la película justo en su comienzo, y Antonio Banderas ejecuta su papel de manera tan maestra que resulta insultante verle tan poco en escena. –a pesar de una introducción hacia su personaje con clichés típicos españoles-

Tenemos pues, a Mel Gibson haciendo de malo malísimo, y a Antonio Banderas dando de comer al publico el humor que le falta al resto de integrantes; un Snipes desaprovechado, pero cuyas pequeñas apariciones son rescatables; unos jóvenes muy verdes en lo que a darle un bocado a una cámara se refiere y elementos sorpresa que aseguran diversión. Pero lo que preocupa de esta entrega es lo que no tenemos: esa falta de vigor y especial atención a una película que encandiló en escenas y puesta a punto, sin caer en la fórmula mágica de hacer dinero que el cine de acción resulta ser.

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Quitando la primera parte de la cinta, hay que esperar hasta casi el final para disfrutar de la acción que se nos resiste durante el resto del film, y aun así el desenlace no termina siendo la notoria y directa forma de acabar en las anteriores, ni frase lapidaria que así nos recuerde.

Los mercenarios 3 nos deja un sabor agridulce y un espeso recuerdo sobre su ejecución y verdadero objetivo, pues ante la alteración de un original que perfeccionó la acción hasta hacerla digna y deseada, los resultados que se consiguen pueden conseguir que la vuelta de tuerca sea más dura de lo que se presuponía, y así, que el tiro haya salido por la culata.

 

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