Cine y música (I):
Origen y auge del cine musical clásico en 13 películas

El cine nunca ha sido un arte solipsista: siempre se ha alimentado de otras disciplinas artísticas como la literatura (que le ofrece la base de buena parte de sus ficciones), el teatro (su primo hermano con el que siempre busca la simbiosis mientras se distancia de él), los videojuegos (sí, también son un arte) o incluso la pintura y fotografía. Sin embargo, puede que por el auge de los Pitchfork o de los festivales, el vínculo que estamos viendo con más frecuencia y evidencia en nuestras pantallas durante los últimos años ha sido el que existe entre el cine y la música. Las bandas sonoras cada vez parecen cobrar más peso en las discusiones cinematográficas (Hans Zimmer o Michael Giaccino son dos de los nombres recurrentes entre estas conversaciones), el cine musical vuelve a estar de moda ya sea de manera explícita (podemos pensar, por ejemplo, en ‘Moulin Rouge’ o en Chicago) o encubierta (desde referentes modernos como ‘Once’ hasta la reciente – y pobre – cinta de animación ‘Canta’ o la serie ‘The get down‘), mientras buena parte de los documentales que se nominan a los Oscars buscan con frecuencia retratar a personalidades de la música popular (ahí están la oscarizada ‘Searching for Sugar man’, ‘A dos metros de la fama’ o ‘Amy’). Por ello, a raíz del estreno de la esperadísima ‘La la land’ (2016, Damien Chazelle) en MagaZinema hemos decidido hacerle un homenaje a esta relación fraternal que comparten los dos gigantes de la cultura popular – el cuarto y el séptimo arte – haciendo un breve recorrido por las películas sobre música más míticas dentro del género y que luego iremos desarrollando en listas específicas. Para ello, haremos una parada en cuatro estaciones que se dividirán en dos posts: en éste, el primero, hablaremos sobre 1) la música en el paso del cine mudo al cine sonoro, y 2) el auge del cine musical; en el segundo, pasaremos a la que sería su segunda etapa: 3) la transición del género con la llegada del rock, y 4) la época del post-musical y la música alternativa.


1.
El cine cobra voz, la música le da la excusa


El cine nació sin voz propia aunque con un imprescindible acompañamiento musical que funcionaba como lubricante para las imágenes, pero que le cedía todo el protagonismo a estas últimas. Hasta tal punto el sonido era un complemento que cuando el cine encontró la forma de utilizar sus propias cuerdas vocales y pronunciar así sus primeras palabras apenas se atrevía a hacerlo sin justificarse: el cine había logrado una excelencia tal en la comunicación no verbal que el recurso a la palabra parecía un subrayado innecesario, una vulgarización de su recursos estilísticos. Por ello, no es de extrañar que las primeras películas con voz «sincronizada» – pues no tenían una banda sonora incorporada dentro del propio celuloide que alojaba a las imágenes – se veían casi en la necesidad de justificar el recurso al sonido mediante su utilización más evidente: el canto.

‘The Jazz Singer’ 
(Alan Crosland, Gordon Hollingshead, 1927)

‘El cantor de jazz’ fue la primera película comercial sonora, aunque cuando uno la ve se da cuenta de que seguía siendo una película muda en toda regla. A excepción de algunos pasajes con actuaciones musicales, la cinta seguía rigiéndose por los mismo códigos que sus predecesoras, si bien la introducción de esas actuaciones donde Al Jolson – con la icónica cara pintada de betún en su número final – cantaba canciones de jazz, abrían la puerta a una nueva técnica que terminarían por cambiar el lenguaje cinematográfico. Si bien es cierto que si no hubiese sido por su uso pionero del sonido esta cinta habría terminado cayendo en el olvido (pronto aparecerían películas sonoras mucho mejores como la excelente ‘Amanecer’ de F.W.Murnau), su utilización de la música cantada como justificación del sonoro hacen que sea imprescindible para entender la historia del cine y para repasar la relación entre la música y el cine dentro del devenir de éste.

‘Sopa de Ganso’
(Leo McCarey, 1933)

Por mucho que nos pese a los que sólo queríamos escuchar el siguiente comentario ingenioso de Groucho o la siguiente pantomima de Harpo, los números musicales fueron marca de la casa de los Hermanos Marx a lo largo y ancho de su filmografía. Aunque en algunas ocasiones se limitaban a demostrar las capacidades musicales de los hermanos perdiendo de vista el ritmo de la película, en muchos otros casos conseguían alcanzar una acertada simbiosis entre el humor y el virtuosismo. Este número musical cómico de ‘Sopa de ganso’ da buena prueba de ello.

‘Tiempos modernos’
(Charles Chaplin, 1936)

Dentro de aquel complicado momento de reinvención del nuevo medio, muchos artistas consagrado se resistieron a la nueva moda de hacer hablar a sus personajes, ya fuese por razones comerciales (el doblaje y la internacionalización) o artísticas (la expresividad). Como ya comentamos en una retrospectiva del cómico, Chaplin fue uno de ellos y, aunque luego nos regalase algunos diálogos (y monólogos) brillantes, en la icónica «Tiempos modernos» apenas se atrevió a introducir el sonido y el habla; sin embargo, sí que nos deleitó – en una imapagable mofa hacia el público – con un número musical de su famoso vagabundo, donde todas las palabras eran absolutamente inventadas. Una vez más, la música apareció como justificación de la voz para regalarnos el único momento en que pudimos escuchar y no sólo ver a aquel mítico personaje del cine mudo.

‘Fantasía’
(Varios directores, 1940)

Aunque las películas de Disney han hecho de las canciones una de las principales señas de identidad de sus películas más míticas, ninguna de ellas ha centrado tanto su narración en la música como el segundo largometraje del estudio de animación (sin olvidar tampoco que su primera película, ‘Blancanieves y los siete enanitos’ (1937), era ya una película musical). En Fantasía nos encontramos con una propuesta que roza casi el cine experimental y que se aleja notablemente de los cánones que más adelante desarrollaría el cine de animación: en este caso la técnica no se usa únicamente para llegar a un público infantil sino para crear diferentes mundos de fantasía capaces de conseguir una simbiosis absoluta entre las imágenes y la música clásica que le acompaña. Sorprendentemente, aquí, al contrario que en las películas que hemos citado anteriormente, la música no se convierte en excusa para introducir la voz, sino que permite ilustrar y configurar las escenas animadas, dejando apenas el único espacio al habla a las introducciones de cada pieza que realiza el director de orquesta.


2.
El cine musical se instala como género


Aunque, como hemos visto, la música había conseguido introducirse como un elemento narrativo más dentro del cine, con el paso del tiempo fue abriéndose un hueco dentro de su historia para inaugurar su propio género, caracterizado principalmente por sus espectaculares números musicales asociados enmarcados dentro de argumentos cómicos y románticos. Entramos ahora en la época dorada del cine musical como género.

‘Sombrero de copa’
(Mark Sandrich, 1935)

La pareja que formaban Fred Astaire y Ginger Rogers fue una de las más memorables del cine musical, mientras que Mark Sandrich se convirtió en uno de los directores que les llevó a las cotas más altas. Aunque el poco entendimiento fuera de las cámaras entre ambos bailarines hiciera que Rogers decidiera tomar distancia de su partenaire para continuar una carrera en la que no fuera «la pareja de», este trío nos dejarían algunas joyas del cine musical más inocente y simple como ‘La alegre divorciada’ (1934) o esta ‘Sombrero de copa’ (1935), donde suena, por ejemplo, la memorable ‘Cheek to cheek’ o donde Astaire nos deleita con uno de sus impagables números de claqué.

‘El mago de Oz’
(Victor Fleming, 1939)

Uno de los musicales familiares que más han calado en el imaginario colectivo que no podían faltar dentro de este repaso de la relación entre el cine y música. Una película sorprendentemente excéntrica y técnicamente muy ambiciosa, que sin embargo ha tenido serias dificultades para envejecer, especialmente en el apartado visual. No obstante, la contraposición del sepia para representar el mundo real y el color para representar el mundo de Oz, el nacimiento de la estrella Judy Garlad, y, sobre todo sus inolvidables canciones, siguen resultando tan entrañables como el primer día.

‘A song is born’
(Howard Hawks, 1948)

Sin ser un musical y sin ser tampoco ninguna cumbre del cine de Howard Hawks, este remake hecho por el propio director de su maravillosa «Bola de fuego» (1941) sí que resulta imprescindible en un recorrido sobre las relaciones entre cine y música. En ella, un grupo de eruditos que se encuentra escribiendo una enciclopedia musical descubren de repente que existe una música popular que no están abarcando La película es toda una gozada para los amantes del jazz, pues verán desfilar por pantalla a artistas míticos como Louis Armstrong, Benny Goodman o Lionel Hampton.

https://www.youtube.com/watch?v=16ENZ8N6xKY

‘Cantando bajo la lluvia’
(Stanley Donen, 1952)

Si hay una película icónica del cine musical ésa es ‘Cantando bajo la lluvia’. No sólo es un musical brillante con unos números inolvidables y una de las cumbres de la carrera de Gene Kelly – sin duda la caras más reconocible del género junto con Fred Astaire – sino que también una lección de historia del cine. Si al comienzo del artículo hablábamos de la importancia de la música en la transición del cine mudo al sonoro, esta joya de Stanley Donen nos sitúa justamente en aquel contexto dando lugar a alguna de las escenas más divertidas del género, como esa primera proyección del primer film sonoro de la estrella del cine mudo Lina Lamont. Una joya de principio a fin que nunca nos cansaremos de ver ni de tararear para terminar con una inagotable sonrisa de oreja a oreja.

https://www.youtube.com/watch?v=36QiuRc_3I8

‘West side story’
(Jerome Robbins, Robert Wise, 1961)

Esta adaptación actualizada, musical y callejera del clásico de Shakespeare de Romeo y Julieta es, sin duda, otra de las cumbres del cine musical. En ella ya se palpa la pérdida de la inocencia del género, que se adentra ahora en una época en la que combina los elementos cómicos y oníricos que le habían definido hasta entonces con historias de tinte trágico y con un profundo romanticismo que, en este caso, también se mezcla con un crítico retrato social de Nueva York, donde la inmigración ha acabado derivando en bandas callejeras endogámicas, cuya diversidad se expresa en la variedad de ritmos que vemos en sus números musicales: desde el jazz a los ritmos latinos, pasando por las inevitables baladas románticas trufadas de violines.

 

‘¡Qué noche la de aquel día!’
(Richard Lester, 1964)

A lo largo de todo este recorrido hemos querido obviar los documentales sobre músicos, ya que nuestra intención es centrarnos principalmente en la integración de la música como forma narrativa dentro del cine; sin embargo, esta primera película de The Beatles es también una parada obligatoria, pues a pesar de su aspecto documental no deja de ser una divertidísima y libérrima película de ficción que refleja a los «fab four» en uno de sus momentos más dulces y que cuenta con una dirección maravillosa del imprescindible Richard Lester que consiguió nada más y nada menos que inaugurar un nuevo subgénero en el que el rock y el cine empezaban a darse la mano.

‘Sonrisas y lágrimas’
(Robert Wise, 1965)

Junto con ‘Cantando bajo la lluvia’ probablemente sea el musical más icónico de todos los que figuran en la lista. Una película que, a pesar de conservar el ambiente cómico y casi lúdico que solía caracterizar a los musicales, se acerca mucho más al melodrama con su ambientación en uno de los temas fundamentales de la época: la segunda guerra mundial. Imposible no acordarse tanto de la interpretación de Julie Andrews, de ‘Do-Re-Mi’ o de ‘My favourite things», como de la tensión vivida en su recta final. Un clásico que a veces tiende a verse prejuiciosamente como una película ñoña pero que no deja ser cine en estado puro en ningún momento.

‘La leyenda de la ciudad sin nombre’
(Joshua Logan, 1969)

Una rareza que es tan inesperada como deliciosa: un western musical con Clint Eastwood, Lee Marvin y Jean Seberg. Todo un experimento que sale completamente airoso gracias a su tono autoparódico que rebosa originalidad y descaro en todos y cada uno de sus fotogramas. Un clásico del cine musical a veces olvidado pero imprescindible para cualquier amante del género.

‘Cabaret’
(Bob Fosse, 1972)

El imprescindible director y coreógrafo Bob Fosse – autor también de la memorable ‘Que empiece el espectáculo’ (1979) o del musical de Broadway en el que se basaría posteriormente la película ‘Chicago’ (2002) – nos trae la que es, sin duda, la gran abanderada de una nueva forma de entender el cine musical. Por una parte, porque centra todos los números musicales en un escenario que se intercala con la vida de los protagonistas y que sirve para explicarlos, pero que, sin embargo, no surge espontáneamente dentro de sus vidas; por otra, por su impecable acercamiento al drama, capaz de plasmar la pérdida de las esperanzas de una generación al mismo tiempo que refleja – con sus impecables planos simétricos de apertura y cierre – el auge del nazismo, generando así un interesantísimo contraste entre el ambiente cabaretero y bufo de la canción y el dramatismo de su historia.

 


Con ‘Cabaret’ damos por cerrada esta primera mitad de la historia sobre el cine y la música, pues, a pesar de haber sido multipremiada en los Oscars, ya suena como a nuevo, mostrando el momento de redefinición (y declive) del cine musical tal y como se había conocido hasta entonces, dejando paso ahora a un nuevo mundo que se abre paso a empujones y que llega con la intención de suplir la magia de la inocencia por la energía de la rebeldía. A ellos dedicamos la segunda parte: «Cine y música (II): Los musicales modernos en 16 películas«.

 

1 comentario en “Cine y música (I): <br> Origen y auge del cine musical clásico en 13 películas”

  1. Vaya repaso más completo. ¡Súper útil! Estoy dando clases de cine y me viene genial tu publicación como guía para estructurar el tema del género musical. Un saludo.

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