‘Asamblea’ (Alex Montoya, 2018)

Es la última asamblea antes del verano y Josep quiere que se apruebe el borrador del concierto a toda costa. Los afectados y afectadas tratan de alcanzar un acuerdo para no demorar más los plazos. Todos y todas a una, o uno, respetando tanto la pluralidad ideológica como el turno de palabra… si es que eso es posible. La clave está en los matices. Una propuesta que cuestiona con humor el concepto mismo de participación.

‘Asamblea’ es la primera película española que, por la crisis del COVID-19, traslada su estreno en salas de cine a Filmin (el año pasado ya se presentó en el  Festival de Málaga). Realizada en el 2018, la estupenda ópera prima del valenciano y veterano director de cortometrajes, Álex Montoya, está protagonizada, entre otros, por Francesc Garrido, Greta Fernández, Cristina Plazas y Nacho Fresneda, y sirve como adaptación de ‘La gent’, la obra teatral de Juli Disla y Jaume Pérez, también guionistas del film.

Es una cinta valiosa en el sentido de que el retrato que ofrece, decididamente necesario, trata de sacudirnos en estos tiempos tan intolerantes y de ambiente absolutamente crispado. ‘Asamblea’ pone de manifiesto la dificultad de decidir cualquier cosa de forma grupal. Aborda distintas problemáticas: la diferencia sustancial entre escuchar y oír, o las dificultades que tenemos para entendernos, esto último reflejo de la sociedad en la que vivimos, extrapolable a cualquier situación de nuestra vida (el idioma puede servir como ejemplo, aquí sus personajes hablan mezclando castellano, catalán y valenciano, con total normalidad aunque algunos se empeñen en crear conflicto en la cuestión idiomática). La comedia divertida y ligera es el vehículo utilizado para contar algo muy preocupante y que nos concierne a todos, la falta de humanidad en el ser humano.

La historia sigue el comportamiento de un grupo de personas en una asamblea, donde su portavoz, Josep, pretende sacar adelante a todas luces la Propuesta de Texto Definitivo referente al Concierto, asunto que ha trabajado durante meses. El propio uso del lenguaje en el guion imposibilita a la audiencia saber realmente de qué están hablando y de qué forman parte, contradicción que también se encontraba en la obra de teatro.

Ante esta situación se nos presenta un abanico abierto de reacciones y reflexiones de todo tipo: hay quien, aparte de proponer, asume que para llegar a un acuerdo a veces tenemos que ceder; otros que cuando hay algo que no les gusta miran hacia otro lado y no aportan nada que valga la pena; los maleducados que atacan por atacar, cegados por su ideología política, social, preferencia sexual…o lo que es lo mismo atrincherados en su sectarismo o fanatismo, palacios de ceguera totalmente parciales y venenosos (otro síntoma preocupante del mundo).

 Desarrollada en un único espacio con gente diversa, en términos metafóricos encerrada, que discute, mostrando propuestas totalmente antagónicas, que trata de llegar a un acuerdo lo antes posible, en esta asamblea vemos como hay distintos roles y diversas opiniones que sacan a la luz asuntos interesantes y actuales para que reflexionemos sobre ellos: las manipulaciones, los bulos, la tiranía en convencer vehementemente a alguien de tu postura (a todos en mayor o menor medida nos gusta que nos den la razón y a veces hay que reconocer que nuestras opiniones nacen de lo que sentimos, no son fruto de un proceso racional), la falta de empatía, la demagogia, la insolidaridad…la verdad (si acaso existe) se pierde entre tanto sin sentido, esfumándose entre la bruma más tóxica, convirtiendo toda discusión (que debería de ser rica y constructiva) en un combate dialéctico carente de contenido, una hueca retórica fruto del odio más estúpido e injustificado.  

El personaje que interpreta la fabulosa Greta Fernández, a pesar de que sale poco en escena, sirve para destensar, a través del humor, el ambiente nervioso que se ha originado dentro de la asamblea. Es el reflejo del espectador, que necesita un soplo de aire fresco ante tanta crispación y que, como nosotros, se convierte en la visión externa del grupo. Los demás actores están fabulosos, logran trasmitir, a través de sus diálogos, un poderoso naturalismo en el relato, acompañado de una puesta en escena sencilla pero eficiente.

En definitiva, ‘Asamblea’ trata de una forma inteligente un mal endémico que todos deberíamos replantearnos. Pese a la visceralidad que conlleva, las decisiones y la capacidad de elegir forman parte de cualquier democracia participativa, un proceso siempre lento y doloroso, pero, con todos sus defectos, es el mejor modo de representar a todos (afirmación que también puede estar sujeta a debates). En cualquier caso, la película pone sobre la mesa una tesis, huyendo de cualquier adoctrinamiento y dejando al espectador que saque sus propias conclusiones (o al menos es lo que creo). Desde mi punto de vista, el film no juzga en ningún momento al tema ni a sus personajes, sino que simplemente presenta lo que ve, es decir, es testimonial, sin dejar de ser una afilada crítica social y política en clave irónica muy necesaria, que aboga en última instancia por el entendimiento entre personas e, independientemente de nuestras diferencias (a veces llegar a una solución que satisfaga a todos es imposible), hace un canto al amor entre nosotros (el abrazo final en el que se funden padre e hija así lo reafirma), que es lo realmente verdadero y humano.

¿Pasa el corte?
Overall
3.5
  • Originalidad
  • Montaje y dirección
  • Fotografía
  • Guion
  • Interpretaciones

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