‘Voces’ (Ángel Gómez Hernández, 2020) | Netflix

Sara, Daniel y su hijo de 9 años, llegan a la casa en la que pretenden comenzar una nueva vida, sin saber que esa propiedad ha sido conocida desde siempre en los alrededores como «la casa de las voces». El niño, Eric, es el primero en advertir que tras cada puerta se ocultan extraños sonidos y se intuyen voces que parece que intentan comunicarse con la familia. Lo que achacan en principio a un producto de la imaginación de Eric se convierte rápidamente en una inquietante realidad también para sus padres.

‘Voces’. Aseado debut.

En un subgénero tan maltratado de un tiempo a esta parte, se agradecen la cuidada puesta en escena, de honda raigambre clásica, la hermosa geometría de muchos encuadres, y el respeto por los códigos que, con reverencia de estudiante aplicado, manifiesta el debutante Ángel Gómez Hernández. Claro, que de alguien de su edad (32 años) cabía esperar una cuota algo mayor de osadía.

Porque las excesivas cautelas con que se desenvuelve acaban degenerando en una falta de originalidad rayana en la insipidez. Encima, hay tantos guiños a cintas pretéritas —incluido Javier Botet, intérprete de la desopilante Niña Medeiros de la saga ‘REC’— que uno llega a preguntarse si no se tratará todo de un mero ejercicio de erudición cinematográfica.

En cualquier caso, ‘Voces’ es una película muy aseada, en buena medida merced a una dotación presupuestaria que le permite contar con un reparto conocido y bastante competente, así como un diseño de producción igualmente atractivo. Además, da lo que promete sin complicarse la existencia, una virtud no todo lo común que debería.

Efectivamente, esta versión castiza de ‘La maldición de Hill House’ (‘The Haunting of Hill House’, 2018) no se anda por las ramas —ventajas de durar 97 minutos, frente a los 600 de su obvio referente—, engalanándose con un arranque de alto voltaje cuyo brillo bizarro, por desgracia, no va a encontrar continuidad en el melodramático nudo, ni mucho menos en ese desenlace cementerio indio ex machina.

Con todo, pespuntea la trama un puñado de sustos ejecutados con eficacia intachable. Asimismo, la atmósfera está construida con análoga pericia: el caserón en la sierra cumple sobradamente el cometido de las acostumbradas mansiones victorianas —o eduardianas o georgianas—, esto es: suministrar cuantos rincones traicioneros, sótanos fétidos y árboles sarmentosos requiera la historia.

El matrimonio, doliente sin aspavientos, que componen Rodolfo Sancho y Belén Fabra resulta moderadamente creíble. Y el tándem de investigadores de lo paranormal integrado por Ramón Barea y Ana Fernández no se antoja lo ridículo que es de uso. Vean, si no, a sus equivalentes en sendos, célebres e injustamente celebrados bodrios a cargo de James Wan, ‘Insidious’ (ídem, 2010) y Expediente Warren: The Conjuring’ (’The Conjuring (The Warren Files)’, 2013). Al contrario, dimanan una mutua ternura paternofilial ciertamente conmovedora.

En fin, correcto film con el que empezar a romper mano por parte un realizador que evidencia aptitudes para asumir más riesgos y al que, precisamente por eso mismo, conviene seguir la pista. Seguramente su carrera nos reserve alguna que otra sorpresa agradable.

¿Pasa el corte?
Overall
2.9
  • Originalidad
  • Fotografía
  • Montaje y edición
  • Música
  • Guion
  • Interpretaciones
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A destacar

  • Lo mejor: el aplicado conocimiento de los códigos que evidencia el debutante Ángel Gómez Hernández.
  • Lo peor: que no arriesgue más. A su edad se le perdona casi cualquier pecado, menos la timidez.

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