Hacía cuatro años que no sabíamos nada de Payne y en cierto modo se le echaba de menos. Su capacidad para tomar una idea interesante y desarrollarla con bastante pulso le ha llevado a lograr nominaciones y premios. Ahora intenta repetir el mismo esquema con “Una vida a lo grande” pero dando la sensación de no haber sido tan preciso.

Porque la película parte de una interesante idea, esa de empequeñecer a la población con el pretexto de ser útiles para el planeta que habitan. Ahí va uno de los varios temas que Payne aborda para encontrar soluciones. El medio ambiente y su descuido por parte del ser humano es un claro ejemplo de lo reivindicativa que pretende ser, pero no es el único caso. Salvar el planeta de todos sus males actuales es la excusa para crear una sociedad minúscula. El director utiliza la ciencia ficción de su propuesta para formular ideas e ir soltándolas según avanza, consiguiendo que su original inicio se convierta en un batiburrillo que no termina de centrarse.

Su primera hora de metraje es refrescante, ácida y original. La película presenta la idea como necesaria pero también como opcional, creando disyuntivas entre grandes y pequeños y dejando la puerta entreabierta a la posible diferencia de derechos entre unos y otros. El creativo modo de empequeñecer es gracioso y lleva al espectador hasta la mitad con una sonrisa. Sin embargo su segunda mitad se vuelve irregular en cuanto el guion se vuelve previsible y la acidez mostrada hasta entonces se torna en rutinaria. Su crítica continúa haciendo efecto, pero algunas decisiones como esa historia romántica de Damon y la estupenda Hong Chau que poco o nada aporta no hacen más que difuminar el discurso.

Al final ‘Una vida a lo grande’ resulta interesante, por momentos inteligente y muy crítica con el ser humano como individuo y como una sociedad que huye hacia adelante buscando el beneficio propio inmediato hasta que encuentre una solución real a sus problemas globales.