Esta es una historia protagonizada por mujeres. Sin embargo, su carácter universal hace que cualquiera que la vea saque conclusiones aunque sea sin juzgar a nadie, tal y como también hace el guion. La maternidad como vínculo de unión de madre e hija alcanza cotas inimaginables condicionando de manera irremisible las decisiones que ambas toman.

También es una historia sencilla: una joven embarazada que vive con su medio hermana recibe la visita de su madre, desconocedora de la situación hasta entonces. Lo que comienza como algo esperanzador, con una buena noticia que las unirá para siempre, se convierte en un grave problema que solucionar, convirtiendo a cada una en una leona que cuida de sus cachorros. El guion, muy bien estructurado, sabe no solo presentar a los personajes, sino también desarrollarlos hasta tal punto que el espectador podrá comprender las decisiones que se toman sin preguntarse el por qué, simplemente entendiendo las motivaciones.

Una película de este tipo concede a sus actores el privilegio de mostrar la cara más amable y a la vez la más oscura de sus personajes, un trabajo complicado que Suárez y Becerril perfeccionan a cada secuencia. Madre e hija, como si tuvieran un vínculo real, no necesitan de artificios para componer sus roles, y realizan unas interpretaciones brillantes y sinceras.

‘Las hijas de abril’ es un relato áspero y sencillo, en el fondo tan aterrador como cualquier historia real que aparezca en las noticias, que narre una huida hacia delante sin rumbo fijo. Una historia en la que la madre se convierte en madrastra de cuento para arrebatar a su propia hija aquello que más quiere. Determinación de fuertes personalidades que también se hace presente en la figura de Michel Franco, director de la película y responsable de esa mirada perdida y carente de esperanza que tienen sus planos.