En el momento creciente de la franquicia de ‘La Purga’ llega esta cuarta entrega que nos transporta al comienzo de la noche de las bestias, a la primera de todas las purgas que sirvió como experimento para ver si verdaderamente tendría una utilidad en la sociedad.

El humor negro y la critica sociológica han sido una constante a lo largo de la saga que, al igual que la propia purga, comenzó como experimento y ha terminado siendo un título esperado por todos.

Sigue con su aura de serie B y se mantiene fiel al ambiente y el estilo colorido y a la vez oscuro que cautivó en su primera entrega, pero se muestra más madura en su ejecución; en su título lanzado con una mayor ambición y en su factura y profesionalidad final. Sigue siendo una saga coherente y recupera el impulso que perdió en su tercera entrega, más vacía y violenta que socialmente crítica, algo totalmente indispensable para una serie de películas a las que se les pide exactamente eso.

El distopismo, que esta vez emana cierto aroma post-Trump y post-capitalismo, muestra una sociedad que ha sido aún más encerrada en barrios y envuelta en sus propios problemas para sobrevivir; una sociedad cuya brecha salarial se ha visto aumentada hasta un punto mucho más álgido que el actual. Sin embargo se muestra la humanidad (quitando ciertos personajes con problemas mentales. Serios problemas mentales, no de broma); una humanidad que en las tres entregas anteriores parecían totalmente perdidas. ¿Menos violencia? no, los enfrentamientos y escenas violentas son realmente bárbaras y siguen sustentando esta franquicia, aunque eso si, se realiza con un mayor rigor y no sin ese sanguinario momento por que sí.

En definitiva, ‘La primera purga: La noche de las bestias’ nos cuenta le comienzo de algo que se ha hecho grande a base de esfuerzo; a raíz de inculcar una idea descabellada, pero no tanto, y de transportarla a un nivel que, con esta entrega, se ve superior al anterior. Señoras y señores, el experimento ha funcionado.