‘Exodus: Dioses y reyes‘ (Ridley Scott, 2014)

La vuelta del cine bíblico ha golpeado la puerta de la actualidad gracias a este tipo de películas que se desmarcan de lo habitual de estas historias para dar un toque fresco de profesionalidad y espectáculo visual a las leyendas que cuentan. Así pasó con Noé (Darren Aronofsky, 2014), y así se ha pretendido hacer con la historia de Moisés.

Y una leyenda como la de Moisés entra en la espectacularidad en el plano visual que se puede conseguir gracias a los tejemanejes de la historia en sí: desde el nacimiento del protagonista, hasta el desenlace entre las aguas del Mar Rojo, pasando por esclavos y venganzas familiares. Es decir, todos los ingredientes que cualquier director desearía tener en bandeja para provocar una historia de magnificas consecuencias para el espectador.

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Este proyecto llegó a Ridley Scott. Un director que tiene en su curriculum obras como ‘Gladiator‘, ‘Alien‘ o ‘Blade Runner‘ entre otras, y que se encuentra enmarcado como un genio de la época y la cámara. Se le agregaron 100 millones de presupuesto para hacer realidad la epopeya, y se le otorgó una fecha de estreno bastante adecuada para dar a luz la producción. Y es por su trayectoria y habilidad tanta veces mostrada por lo cual no se entiende lo que ha ocurrido con ‘Exodus: Dioses y reyes‘.

La trama es conocida por la inmensa mayoría: Moisés, hebreo e hijo bastardo del faraón, se enfrenta a su hermanastro Ramsés para liberar a 600.000 personas de su pueblo de la esclavitud en la cual llevan 400 años, y para guiarlos hasta la Tierra Prometida, porque así lo quiso Dios.

La imagen y creación plana de la película es estupenda. La ambientación en el lugar, ornamentación y ostentación hacen la gloria de un vasto imperio en medio de un desierto, que a su vez se traduce en un deleite visual. Los terrenos a investigar por el bueno de Moisés, y las siete plagas con las que un magnánimo Dios muestra su descontento también forman un gran momento; pero más allá de estos pequeños detalles que no superan los 40 minutos de la cinta, nos encontramos con una reiteración de guion menos cuidado de lo que la producción promete, y con escenas de relleno totalmente innecesarias, que expulsan del resultado final detalles de la historia que bien podrían haber tenido su hueco en la misma.

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La cinta pues, queda al servicio de efectos especiales para llegar a algo más; puesto que la interpretación de los personajes roza el ridículo en diversos momentos de la misma. Salvando a Christian Bale, cuyo Moisés parece un héroe de la antigüedad más que un hombre elegido, nos encontramos con Joel Edgerton dando vida a Ramsés, el hermano de éste al que el poder le ha sentado bastante mal. Y no es que lo haga mal del todo; simplemente es su diálogo, su poder en pantalla, que pasa tan desapercibido como las cuentas de la producción en torno a su presupuesto; es decir, no se llega a comprender donde está todo lo que podía haber sido. Cierto es que no se le deja lucir en pantalla su potencial tanto como al protagonista, pero también resulta verdad el hecho de que se encuentra comido en todo momento por lo que sucede a su alrededor, sin conseguir que el espectador cierre su visión en torno a sus palabras y ojos maquillados.

Ben Kingsley y Aaron Paul no merecen ni la tinta que alguien pueda gastar para escribir sobre ellos, y en parte no es culpa suya. Papeles planos, sin destaque posible y pasando el umbral de secundario a terciario.

Quitando de en medio la interpretación y entrando de nuevo en el trabajo del director, no se comprenden unas cuantas cosas de ello: los saltos temporales se vuelven más mareantes y deshilachados que en ‘Interstellar‘ (Christopher Nolan, 2014), y estas escenas de relleno que antes he comentado, hacen que en la sala se murmure pidiendo a Bale que se ponga el traje de Batman y haga algo para salvar el tedio que la cinta está infringiendo en todos.

No hay nada peor que tener al espectador incómodo en su butaca, dando lugar a 150 minutos de producción para contar muy poquito, y dejando en el tintero –un tintero muy grande- detalles de la historia que bien podían haber hecho eco en el resultado final.

En definitiva, le falta guion, y se pierde en la posibilidad de la imagen y los efectos, abandonando el drama y la crueldad de la historia que a todos nos contaron en su día. Resulta tediosa y pesada, y más allá de una batalla suelta, las siete plagas y pequeñas imágenes espectaculares deja sensación de insatisfacción ante las posibilidades pretendidas.

Ridley, con todo el respeto del mundo, si querías dedicar una película a tu hermano, el cual nos dejó vibrantes producciones, me temo que podías haber elegido mejor.

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Y antes de dejar esto, he de soltar una pregunta que me carcome desde que salí de la sala, con un pequeñísimo spoiler, si es que se puede llamar así.

  • ¿Ridley, con 100 millones de presupuesto, no encontraste una pequeña partida para separar el Mar Rojo?

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