‘En la vía láctea’, la última fantasía de Emir Kusturica

Frame de la película en la vía láctea de Kusturica

Empezaré diciendo que ‘En la vía láctea’ no es una película para todos los paladares. No cabe duda de que camina entre la delgada línea que separa lo original de lo excéntrico, la locura de la fantasía, la genialidad del absurdo. Como un equilibrista sobre la cuerda floja, Kusturica cruza ambas fronteras llegando a conseguir momentos gloriosos y otros en los que se precipita hacia el vacío. Todo un derroche de recursos, a veces sorprendente y otras, excesivo.

Si ‘En la vía láctea’ tiene un gran error y un muchos aciertos, el error es sin duda no haber sabido elegir cuáles eran todo esos aciertos que, por sí solos, la convertirían en una película de culto.

Quizás sea este el motivo de su controversia entre quienes creen reconocer tantos elementos de películas anteriores que la denominan plagio o collage, y quienes se han visto desubicados frente a un director decidido a saltarse sus propias reglas. Nueve años son muchos años sin hacer una película, y el grano de la óptica ochentera de ‘Underground’ y ‘Gato negro, gato blanco’ dejan paso a un realismo, en este caso mágico. Como él dice, quizás “ya no sea el hombre que solía ser”. Esta vez se ha dejado llevar por la fantasía.

‘En la vía láctea’ y las 3 fantasías de Kusturica

  • La primera fantasía, lejos de lo que pueda parecer en el trailer, no es sin embargo la que envuelve la película de un halo de cuento de hadas, sino la del homenaje a sí mismo. Mediante sus auto referencias a sus propias películas, Kusturica se posiciona a sí mismo como un cineasta glorificado. Si es digno o no de subir a ese podio se debate en las críticas de una película en la que, aunque encontramos algunos lugares comunes en su filmografía, consigue una narración y un resultado tan distintos que costará no ponerle el sello de originalidad de un cineasta que se reinventa a sí mismo.
  • La segunda fantasía está directamente relacionada con los actores: él mismo y Mónica Bellucci como estrella invitada a acompañarle a través de esta vía láctea. Tenderemos a pensar que, con esta unión, el director ha querido hacer realidad la fantasía de emparejarse con un icono de la belleza, al más puro estilo Woody Allen. Posiblemente sea cierto, pero el cóctel funciona. La actriz italiana consigue unos diálogos en serbio que sorprenden por lo naturales (años de estudio han valido la pena), en un papel en el que su nacionalidad queda integrada con la del personaje. Él, saca a relucir su vis cómica y es capaz de reflejar el dramatismo de la guerra. En su primera actuación protagonista, dota al personaje de matices, profundidad y credibilidad a la altura de su compañera de cartel.
  • La tercera fantasía sí que es la que convierte ‘En la vía láctea’ en una fábula. Esa en la que los animales parecen tener sentimientos o en las que las personas vuelan. Pues bien, esos momentos de fantasía, lejos de lo que parece en el tráiler, ni son demasiados ni entorpecen la trama, sino que suman y logran hacer de ésta una obra verdaderamente diferente.

Fotografía poética a ritmo de balcan

Suenan saxos y trompetas. Suenan bombas, suenan tiros. Suenan graznidos de oca. Suenan bombos y platillos. El espectáculo sonoro se independiza de la imagen atacando ambos sentidos.

La sangre empapa las plumas de las ocas, las moscas zumban a su alrededor. La belleza del plano resulta incluso grotesca, para el espectador cosmopolita que no está preparado para productos no envasados al vacío.

El director se pasea con un paraguas y dos jarras de leche a lomos de un burro. En el cielo, los reflejos de la guerra y un halcón de caza que es su mejor amigo. Y todo fluye al ritmo de la música.

Con estos mimbres, Kusturica consigue una película que nos llevará desde una sucesión de gags cómicos a una fábula de Disney, épica, orgánica, humana, que contrapone y unifica al mismo tiempo el amor y la guerra, lo ridículo y lo sublime, la naturaleza y el hombre, la realidad y la fantasía.

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