El rompecabezas identitario en ‘Mrs. Wilson’

Hoy, martes, Filmin estrena ‘Mrs. Wilson’, la notable miniserie con la que la BBC nos deleitó a finales de 2018. Este año opta a 4 premios BAFTA, entre ellos los de Mejor Miniserie y Mejor Actriz Protagonista.

La miniserie, con un reparto excelente (Fiona Shaw de ‘Killing Eve’ o Keeley Hawes de ‘Bodyguard’), está protagonizada por Ruth Wilson (‘Luther’, ‘The Affair’, ‘Jane Eyre’) e Iain Glen (‘Juego de Tronos’). Inspirada en las memorias de la abuela de la misma actriz y el libro ‘The Secret Lives of a Secret Agent’ de Tim Crook, cuenta cómo, tras la repentina muerte del marido de Alison Wilson, autor de novelas de espionaje y agente del Servicio de Inteligencia Secreto, aparece en escena otra mujer que dice ser su verdadera esposa. Al descubrir esto, su esposa Alison se ve obligada a investigar la verdadera identidad de su difunto marido. Las mentiras crecen conforme va avanzando en su pesquisa.  

Es un relato sobre la fragilidad y firmeza de una relación amorosa abocada al secreto y a la ocultación, al fingimiento (aparentar) y a la figuración (conjetura). Todo esto deriva en resentimiento, entrelazado con una profunda lealtad. La historia, basada en hechos reales, remite a un misterio hermético: la imposibilidad de conocer cabalmente al otro, sobre todo cuando ese otro es aquel al que se ama, o lo que es lo mismo, al ser más próximo. No pude evitar recordar una cita de Dickens que dice así:

Cada corazón palpitante es un secreto para el corazón más próximo, el que dormita y late a su lado.

Mrs. Wilson quiere conocer la verdadera identidad de su marido, pues se da cuenta que a pesar de estar al tanto de su condición de espía, ignoraba por completo todo sobre él, cuya vida se sustentó sobre la paradoja de aquellos que, por las causas que sean, se ven obligados a participar o a intentar intervenir en el devenir de la historia para frenar las desgracias y que acaban, contrariamente, desterrados del universo y de la misma historia que ha contribuido a forjar. Ella misma lo sabe muy bien, ya que va a trabajar en el departamento de inteligencia que a todos los efectos no existe. Encuentra que reconstruir las múltiples vidas ficticias de su marido (por tanto, fingidas), es una tarea casi imposible de llevar a cabo por una sencilla razón. Parafraseando a uno de los narradores de Berta Isla (la última novela de Javier Marías) la gente como su marido es como un fantasma, alguien y nadie al mismo tiempo. Están pero no existen, o existen pero no están. Hacen pero no hacen, o no hacen lo que hacen, o lo que hacen es lo que nadie hace. Son personas que tienen un gran peligro no a ser desenmascarados (que también), sino a que terminen creyéndose su papel en exceso. Prolongar los fingimientos implica perder de vista quién eres en realidad y a quién sirves. No es normal ser dos personas (o más) a la vez durante mucho tiempo, convertirse en tu ser simulado, que éste expulse al verdadero para suplantarle, es un riesgo muy peligroso.

Lo que le empuja a seguir adelante, con la búsqueda del verdadero ser de Alexander, es la frustración y el dolor que le provoca haber vivido toda su vida en una mentira. Se niega rotundamente a aceptarlo. Todos tendemos a autoengañarnos, quizá el engaño sea la condición natural de nuestra existencia. Somos narradores de historias, cada uno saca sus propias conclusiones, vive la vida a su manera, crea su propio relato, se cuenta su propia historia. Podemos creernos cualquier cosa con tal de tener esperanza. Ya en el principio el espectador puede observar un plano con fotografías quemándose, haciendo alusión a la memoria y a los recuerdos, aparentemente reales, pero que en realidad han sido una ficción. Alison quiere respuestas que no pueden ser contestadas, pretende algo muy difícil, hacer desaparecer la bruma que envuelve los misterios y las conjeturas (todo ello deviene en angustia e incertidumbre).

La interpretación de la actriz como siempre es soberbia, con su actuación logra remover el estómago al espectador, sumiéndonos en una historia llena de misterio y romance. Richard Lawson (‘Him & Her’), que dirige los tres episodios, y Anna Symon (‘Deep Water’), encargada de los guiones, nos brindan una historia con una fotografía muy buena (el tono gris azulado tan típicamente inglés). El vaivén entre el pasado y el presente principalmente está logrado por el contraste de colores (frialdad y calidez), que diferencia los dos tiempos.

A lo largo de los tres episodios Alison va descubriendo poco a poco la verdad sobre su esposo, sus vidas impostadas, todo lo cual repercute en su estado de ánimo, que va cambiando. Podemos reconocer, entre otros, tristeza, negación, ira, enfado, perdón. Pese a su intento de descifrar el rompecabezas identitario que fue Wilson, nunca lo consigue, ya que la miniserie (y esta es su clave y punto fuerte) es más proclive a plantear preguntas que a resolverlas.

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