‘El día de mañana’ | ¿Quién era Justo Gil?

El pasado viernes Movistar+ estrenó su nueva miniserie original, ‘El día de mañana’, basada en la novela de Ignacio Martínez de Pisón. Tanto la novela como la serie, a través de sus personajes, tratan de averiguar el verdadero rostro de Justo Gil, una figura, centro del relato, envuelta en la bruma del pleno desconocimiento. El protagonista es un emigrante recién instalado en Barcelona, un joven astuto y ambicioso que, llevado por los vaivenes del destino o del azar (os lo dejo a vuestra elección), acaba convirtiéndose en confidente de la Brigada Social, la policía política del régimen franquista.

La historia se articula a través del testimonio de los personajes, que conocieron a Justo en algún momento de sus vidas. Explican la relación que tuvieron con él. Sus relatos son una visión caleidoscópica de la realidad de los años sesenta y setenta, y de la degradación personal de este individuo, cuyo comportamiento y evolución van en paralelo con la historia reciente de España (los últimos años del franquismo y la Transición). El retrato que Martínez de Pisón realiza del personaje principal se construye por muchas voces distintas, lo cual confiere a la personalidad de Justo muchas dimensiones.

Se trata de un libro estructuralmente complejo, con muchas voces hablando sobre un personaje que no tiene voz propia. Según Mariano Barroso, el creador de la miniserie, fue difícil trasladar esta situación a la pantalla porque generaba problemas en la estructura narrativa. Se ciñó, entonces, a desarrollar un personaje interesante, que reúne lo mejor y lo peor del ser humano.

Es interesante observar el impacto que tuvo la historia colectiva en la individual. Lo fundamental, como diría Unamuno, es la intrahistoria, la realidad de la gente común. Así, el conflicto (el franquismo) es el telón de fondo de la historia. Viene dado a través de la radio, el periódico, la televisión y algunas escenas de carácter político e histórico. Sin embargo, la importancia está en cada uno de los personajes, que sólo buscan sobrevivir en una época en la que todo parecía posible, pero la realidad enseña que los sueños más modestos son siempre difíciles de realizar (como dice un personaje: “Yo veo lo que hay, lo demás es sueño”). Una idea que se traduce en profunda tristeza, la sensación de culpa y el fracaso de los personajes, sobre todo, de Justo Gil que bajo esa máscara de seguridad se esconde alguien aterrado por la incertidumbre, devorado por el miedo a fracasar.

La serie se sirve de los relatos contados por la gente que conoció de una forma u otra a Justo Gil. Hay un misterio en torno al personaje, algo terrible hizo, que no se esperaba, y que no se sabe a ciencia cierta si realizó todas esas cosas de las que se le acusa. Cada uno cuenta una historia distinta, una versión diferente de la misma realidad (el multiperspectivismo tan de moda en nuestro tiempo, que ya introdujo Henry James).

Al protagonista se le tacha de canalla, rata, estafador, manipulador, egoísta, aprovechado, mentiroso. Con mucha labia y con don de gentes. Un hombre inconformista y atrevido con una idea muy clara de hacerse valer, de prosperar aprovechándose de la miserias ajenas para vender. Comienza siendo un comercial que vende máquinas de escribir y, a medida que se suceden los episodios, observamos la evolución del personaje, su descenso a los infiernos. Nos damos cuenta que entre el blanco y el negro, hay muchos tonos de gris. La complejidad del personaje tiene que ver con esta máxima. Una misma persona nos puede consolar y ayudar pero también decepcionar. No estamos hechos de una pieza, sino que podemos llegar a ser un misterio difícil de resolver. La vida da muchas vueltas, nunca podremos decir que dejaremos de hacer lo que sea, porque nunca se sabe.

Asistiremos a una historia de amor entre Justo y Carme que durará años (Oriol Pla y Aura Garrido están fantásticos), visto desde fuera, el amor siempre resulta ridículo. Y también a la trama que Justo tiene con Mateo Moreno (un excelente Jesús Carroza), policía de la Brigada Social que le involucrará en una oscura red de espionaje, y acabará siendo una especie de amigo. Disfrutaremos de algunos de sus secundarios como el comisario Landa, interpretado por un camaleónico y soberbio Karra Elejalde.

Es evidente que hay una voluntad de hacer las cosas bien. Movistar+ está apostando por la calidad de la producción. Es muy importante, además de tener una buena historia y contarla bien, cuidar la dirección de arte, el vestuario o la fotografía, elementos que insuflan credibilidad. Lo que me gusta es que la serie es rigurosa, pero no en un sentido realista o naturalista. Por lo tanto, aunque en ese momento hubiera una España gris, la serie no tiene, en todo momento, un tono grisáceo, ya que consigue reflejar lo gris de una forma luminosa (la intención del creador de separar la forma y el fondo queda plasmada sobradamente).

En definitiva, ‘El día de mañana’ cuenta la historia de un personaje moralmente cuestionable, un individuo que quiere hacer el bien, pero no dispone de las herramientas necesarias, ni conoce el código para lograrlo. Un relato de un superviviente en busca de su propia identidad, metáfora de la España de los años 70 y 80, un país que buscó, y aún lo sigue haciendo, su identidad.

 

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