‘El autor’, de Manuel Martín Cuenca (2017)

El autor de Manuel Martín Cuenca
El autor de Manuel Martín Cuenca
Frame de El autor, de Manuel Martín Cuenca.

El miedo a la página en blanco, a no estar a la altura de las expectativas, a caer en el tópico o en la mediocridad se interponen a menudo entre el autor y la obra. En esta nueva película del director de La flaqueza del bolchevique’ y Caníbal’, Manuel Martín Cuenca explora en la relación del escritor con lo que escribe a través de su propia realidad.

El guión, que tiene origen en la primera novela corta de Javier Cercas, ‘El móvil’, nos habla de cómo se escribe una novela en un ejercicio de metaficción.

«¿Cuántas veces he dicho que es absurdo poner nombres anglosajones en los relatos en castellano?”

Cuando la nigeriana Chimamanda Adichie empezó a escribir, todos sus personajes eran blancos con ojos azules y bebían cerveza con jengibre, una bebida que ni siquiera conocía. Escribía exactamente el mismo tipo de historias que leía en lugar de escribir sobre su realidad. Sólo cuando se dio cuenta de que sus experiencias y su mirada eran lo que le daban el valor a sus relatos, se convirtió en la escritora de renombre internacional que es a día de hoy.

Bajo esta premisa, el protagonista de El autor aprenderá a buscar la inspiración en su propio entorno para construir una trama que acabará jugando entre los límites de la realidad y la ficción.

Antonio de la Torre interpreta a un profesor de escritura creativa en El autor.

Álvaro, interpretado por Javier Gutiérrez, se adentra, después de tres infructuosos años en un curso de escritura y de una violenta ruptura con su mujer, en ese proceso de encontrar su voz para poder escribir algo diferente.

Lo que empezará por enfrentarse a su vida, la de un trabajador de una notaría frustrado, atrapado entre el éxito de su mujer y su falta de talento, sólo se convertirá en una escritura sincera cuando la vida le ponga contra las cuerdas. Desde la honestidad, Álvaro dará un paso más allá para transformar la realidad y nutrir con ella las páginas de sus relatos buscando en la miseria de los demás un argumento propio de una obra literaria de verdad.

El sueño americano a la española

Una vez encontrada esa fórmula mágica para crear prosa de calidad, su vida se convierte en un todo vale con tal de terminar la obra cumbre que le ha obsesionado durante toda su vida, a las órdenes del maquiavélico El fin justifica los medios.

La escalada comienza con un sabio consejo de su profesor de escritura (interpretado por Antonio de la Torre), que le dice “Si quieres inspirarte, sal a la calle y experimenta”. Pero pronto, lo que parecía una buena idea le hará acabar ahondando en las vidas ajenas y en lo más morboso de la intimidad de los demás, lo que hace plantearse al espectador hasta dónde debe el autor manipular la realidad de su ficción.

Cuando el escritor frustrado se pone a las órdenes de su propia obra, su vida se desmanda convirtiéndose en el protagonista de la novela con la que acaba fusionándose, siendo víctima y verdugo de sus propias reglas.

Ante un protagonista decidido a romper todo tipo de límites y a vivir a través de las experiencias de los demás, el director consigue removernos en la silla creando una sensación de desasosiego que, si bien empieza fuerte, podría ganar fuerza recortando algunos minutos en la última parte.

La portera y el nuevo inquilino toman un café en El autor.

Un resultado irregular con puntos álgidos que merecen la pena

Las actuaciones de Javier Gutierrez, Antonio de la Torre y Adelfa Calvo se ven enturbiadas por las de intérpretes menos creíbles que no consiguen crear la química suficiente con sus compañeros de metraje. Una María León que no nos hace empatizar en ningún momento, o una Adriana Paz demasiado tibia para la fuerza de la trama, protagonizan sin duda los puntos más irregulares de la película.

En otros casos, como en la presentación del personaje de la portera y su relación con Álvaro, en un inicio del todo increíble, consiguen un punto cómico casi mágico con un gran apoyo de la narrativa visual. Es entonces cuando el director nos demuestra haber entendido las lecciones de escritura que proclama su obra: describiendo a través de lugares comunes como el café del salón entre lo tradicional y lo kitch o un gin tonic en un karaoke vacío de un día de diario.

La undécima cinta de Manuel Martín Cuenca, lejos de ser una película redonda, resulta original y entretenida tanto por su forma como por ahondar en un tema no demasiado manido por el cine, a través de una voz propia.


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