‘Un toque de violencia’ (Jia Zhang-Ke, 2014).

La violencia es un tema que encaja muy bien en el mundo del celuloide. Gusta siempre en sus distintas variantes -o si no, que se lo digan a Quentin Tarantino-. Cada director se vale de los distintos géneros (crimen, drama, guerra…) para retratarla, dejando en las cintas su marca personal. Es innegable la fascinación por la violencia en el cine, que se ha convertido en el leiv-motiv de películas y series de TV, sobre todo en los últimos años. La cosa va más allá, pasando de ficción a realidad en los telediarios, que día tras día nos ofrecen las mismas noticias con diferentes escenarios.

Esta vez la realidad nos la trae el director chino Jia Zhang-Ke, un cineasta que dirige y escribe sus guiones -algo que se agradece, ya que la falta de originalidad y de ideas se está extendiendo por la industria cinematográfica como una epidemia-. Desde que se presentara con su primer trabajo ('Xiao Shan Going Home', 1995), ha dirigido más de diez largometrajes y cosechado numerosas nominaciones y premios. Sin ir más lejos, se alzó el pasado mes de mayo con el Premio del Festival de Cannes 2013 al Mejor Guión gracias a su último trabajo, 'Un toque de violencia'. Jia Zhang-Ke proyecta en sus films el impacto que tiene la situación política y social de China sobre la población. En esta última película, el director retrata la violencia mediante cuatro historias de unos 30 minutos de duración, que comentaremos brevemente.

En la primera historia, quizás la más cruda de las cuatro, se nos presenta a Dahai (Jiang Wu), un minero que no soporta las condiciones en las que trabajan tanto él como sus compañeros. Harto de la indiferencia del pueblo y de los jefes, decide tomarse la justicia por su mano. Es difícil contar más sin desvelar parte de la historia, así que preferimos que sea el espectador quien la vea y juzgue por sí mismo. Sí considero necesario destacar la crudeza de las imágenes. Y es que el título de la película no hace justicia al contenido, que es mucho más que un toque de violencia. Jiang Wu realiza un trabajo excelente. Comenzó su carrera en 1993 con '¡Vivir!', bajo las órdenes del director chino Zhang Yimou. En este film es capaz de transmitir al espectador su desesperanza, su frustración y su sed de venganza, emociones que se van incrementando a medida que avanza la cinta, y que atraviesan la pantalla sin dificultad.

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La segunda historia nos habla también de frustración y de ira. Zhou San es un padre de familia que, harto de la situación que atraviesa, decide robar a punta de pistola en ciudades alejadas. De esta forma, descubrirá lo que es capaz de hacer con un arma en la mano, y las posibilidades que esto le ofrece. El debut de Wang Baoqiang en el cine vino con 'Blind Shaft' (2003). Esta vez se pone a las órdenes de Jia Zhang-Ke para interpretar a un personaje complicado, misterioso y también inesperado que llevará al espectador al límite de la tensión.

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La tercera historia pone el toque feminista a la película. El personaje es Xiao Yu, al que da vida la actriz Zhao Tao, que ya ha trabajado para el director en numerosas ocasiones. Una recepcionista de hotel cuyo único cometido es atender a los clientes es agredida sexualmente por dos de ellos, que la toman por una prostituta. Con un cuchillo en la mano, Xiao Yu decide acabar con ellos, pero su furia irá más allá. Esta historia alude al sexo como otra vertiente más de la violencia, y se centra en la rebelión de la protagonista, que bien podría servir de espejo a muchas mujeres del mundo que son tratadas como simples objetos sexuales.

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La cuarta historia está protagonizada por un joven, Xiao Hui. Luo Lanshan debuta en el cine a las órdenes de Jia Zhang-Ke dando vida a un chico que va de trabajo en trabajo, cada cual más denigrante y en peores condiciones. Esta última historia cierra la cinta con un impactante final, que os dejará con los pelos de punta. La mejor forma de terminar una película que tiene el cometido de hacer reflexionar al espectador durante y después de su visionado.

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Cuatro historias con un denominador común, que además de mantenerse fieles a la estética del cine asiático gracias a la fotografía, a los planos largos y a los diálogos, no renuncian al rigor y a la aspereza que requiere este tipo de temas. Quizás le sobren algunos minutos, pero la idea de contar cuatro historias, una tras otra y con personajes sin relación aparente entre sí da cierta tregua al espectador. No estamos ante un toque de violencia, sino ante un toque de atención. Si esta película consigue alertar a todo aquel que la vea de la situación que atraviesa la China contemporánea, bienvenida sea. Con toda su dureza y su inclemencia.

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