Crítica de ‘Predator. La presa’ (Dan Trachtenberg, 2022), el ser y el tiempo | Disney+

Ambientada hace 300 años en la Nación Comanche. Naru es una joven guerrera, feroz y altamente hábil, que se crió a la sombra de algunos de los cazadores más legendarios que deambulan por las Grandes Llanuras. Cuando el peligro amenaza su campamento, se dispone a proteger a su gente. La presa a la que acecha y, en última instancia, se enfrenta, resulta ser un depredador alienígena evolucionado con un arsenal técnicamente avanzado, lo que deriva en un enfrentamiento cruel y aterrador entre los dos adversarios. Nueva entrega de la saga Predator.

Una manera muy efectiva —y sin duda divertida— de entender que toda obra es hija de su tiempo y que, en general, juzgar el pasado con los anteojos del presente resulta ocioso a fuer de absurdo, es ver seguidas la primera y la última entrega de la saga ‘Predator’. Efectivamente, la cinta de McTiernan, el Governator y Apollo Creed constituía una macedonia de bíceps, pirotecnia y doctrina Monroe. No en vano se rodó en el cénit del reaganismo triunfante. En cambio, ‘Predator: La presa’ se inscribe de lleno en la actual corriente woke, con un componente emancipador y ecologista impensable hace 35 años.

Si la película inaugural no carecía de elementos de interés —eso sí, insisto, soltando buena parte del lastre ético de nuestros días—, la recién estrenada tampoco supone la afrenta imperdonable que tanto señoro supremacista encuentra en el hecho de que la heroína sea una mujer, y encima india. Al contrario, se trata de un film engalanado con una ambición estética y argumental bastante superior al regüeldo de serie B —hoy sublimado por la omnímoda apologética revival— de 1987. No cuesta emparentar muchas de sus imágenes con títulos del renombre de ‘Bailando con lobos’ (‘Dances with Wolves’, 1990) o ‘El renacido’ (‘The Revenant’, 2015).

Fotograma de 'Predator. La presa' | Disney+
Fotograma de ‘Predator. La presa’ | Disney+

De hecho, la irrupción del monstruo no altera de modo sustancial la voluntad antropológica que alienta en la historia. Así, la gran amenaza para la Nación Comanche y su convivencia en armonía con la Pachamama no estriba en la presencia de un alienígena asesino, peinado alla Milli Vanilli y con una enfermiza afición a la taxidermia, sino en la del hombre blanco. Y no es subtexto, el desenlace lo verbaliza sin ambages. Ahora bien: todo tiene un límite, y el de la autocrítica WASP lo encontramos en el detalle, escasamente sutil, de que los pellejeros insaciables, malolientes y peor hablados son más franceses que la Torre Eiffel.

Destaca, por último, la presencia en el papel protagonista de una Amber Midthunder cuyo trabajo, maravilloso y en la línea introspectiva que preside la trama, resulta una revelación tal que eclipsa hasta al siempre inenarrable extraterrestre. En las antípodas de los mastuerzos sudorosos y anabolizados que en ‘Depredador’ caían como moscas pese a llevar más munición que la 101ª Aerotransportada, su menuda y obstinada cazadora nativa se las arregla con un perrete encantador y un tomahawk de sílex. Lo dicho: el signo de los tiempos.

Tráiler de ‘Predator. La presa’.

¿Nos encanta?
Overall
3.3
  • Originalidad
  • Fotografía
  • Montaje y edición
  • Música
  • Guion
  • Interpretaciones

A destacar

  • Lo mejor: la redefinición en clave woke de un universo profundamente neocon. La belleza casi documental de muchos planos. Amber Midthunder, en las antípodas del Governator.Lo peor: que haya a quien le cause urticaria la saludabilísima transvaloración que refleja la película.

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