Crítica de ‘La ballena (The Whale)’ (Darren Aronofsky, 2022)

Un solitario profesor de inglés con obesidad severa (Brendan Fraser) intenta reconectar con su hija adolescente en una última oportunidad de redención.

El estadounidense Aronofsky vuelve a involucrarse en un camino de difícil trayecto con ‘La ballena (The Whale)’. La ejecución de su cinematografía siempre ha mantenido en vilo al espectador y lo ha hinchado de instantes incómodos y difíciles para el entendimiento y/o el mero visionado de sus obras. Es un poco su sello, es un poco su ideal y también es su fortaleza a la hora de regalar al espectador una nueva película con la que salir a la cancha. En ‘La ballena (The Whale)’ la historia es un relato dramático de reconocimiento capital; un hombre con un gravísimo problema de sobrepeso tiene en su mente un laberinto cuyo camino solo conoce él, y su autodestrucción obsesiva posee una razón y un porqué que, aunque pueda resultar estúpido e incluso indecente, se mezcla narrativamente con las relaciones personales que posee la cinta para ofrecernos un ejercicio personal de altísimo valor.

‘La ballena (The Whale)’ es una película difícil; no en su historia, pero si en su visualización. Ver la autodestrucción y la sensación que el protagonista genera es un trago amargo y complejo para cualquiera, engrandecido también por la soberbia grabación de ciertas escenas que alimentan esta sensación de complejidad en la obra hasta límites que son difíciles de explicar. Culpa de ello también tiene esa ambientación y ese aspecto cromático que, intuyo sea culpa de Matthew Libatique, y que nos sumerge en ese estado tóxico y lúgubre que posee el protagonista y su aura general para con todas y todos a quienes rodea. Esa aspereza que irradia cada fotograma nos va sumergiendo desde bien temprano en la situación sensorial que Aronofsky desea, haciéndonos creyentes de que su obra tiene una razón y ejerciendo en el público una sensación de yugo que obliga a mantener la vista pegada en pantalla.

Fotograma de 'La ballena (The Whale)'
Fotograma de ‘La ballena (The Whale)’

Pero no es ‘La ballena (The Whale)’ un drama al uso, general y corriente. De sobra es conocido el estado de, casi redención, que se le ha impuesto en esta obra a un Brendan Fraser que abruma; pues bien su interpretación hiela y derrite al mismo tiempo. No es que el denostado actor haya dado jamás la sensación de no ser capaz de interpretar magníficos personajes, pero una cosa si resulta sincera cuando se aglomeran todos en torno a un sentimiento, y es que lo de Brendan Fraser en ‘La ballena (The Whale)’ es una interpretación que encumbra y se recuerda. Pero ojo, que en el diverso grupo de intérpretes que pasan por la película hay una mujer que si deja con la boca abierta y cuyo trabajo es digno de levantarse y aplaudir: Hong Chau está espectacular en todos los sentidos, desde su primera aparición hasta la última; Brendan Fraser está de locura porque la actriz tailandesa es una asistencia inmensa a su papel.

Teniendo atados los cabos que más presencia tienen en la película, faltaría un detalle que puede echar por tierra el trabajo o elevarlo: el guion. Samuel D. Hunter, creador del mismo, organiza las palabras exactas para que todo lo que está junto a ‘La ballena (The Whale)’ y que sale de cada boca de sus protagonista genere algo; no tiene porque ser bello u organizado, pero si que genere sensaciones y nos evoque a algo que siga celebrando la propia intensidad que la película posee.

En definitiva, con tintes desapacibles y en ocasiones desorganizados, ‘La ballena (The Whale)’ es una obra casi poética y cuya belleza está en su propia fachada sucia y rasgada. Una película conmovedora y artística. Quizás de esto último de más.

Tráiler de ‘La ballena (The Whale)’.

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  • Fotografía
  • Montaje y edición
  • Música
  • Guion
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