‘El tiempo de los amantes’ (Jérôme Bonnell, 2013)

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El romance en cines se ha plasmado tantas veces que es imposible contarlas. Eso el realizador francés, Jérôme Bonnell, lo sabe muy bien. En su filmografía, la mayor parte inédita en España, las relaciones amorosas singulares han sido una constante, como en ‘J’attends quelqu’un’ o ‘Le chignon d’Olga’. Ahora estrena ‘El tiempo de los amantes’, que supone un nuevo enfoque para este género.

Se abre el telón y se ve en escena a Alix, actriz de teatro de mediana edad, esperando su entrada al escenario. Con el tiempo justo y apurada siempre, de un lado para otro, con la cabeza en muchos sitios. La protagonista emana todas esas sensaciones, y sale a escena para interpretar ‘La dama del mar’ de Henrik Ibsen. Su aparición inicial es muy simbólica y deja entrever cómo irán sucediendo los hechos.

Alix debe hacer una audición en París y toma un tren desde Calais, donde está de gira, y cruza su mirada con Doug, un hombre irlandés maduro con unos ojos enigmáticos y afligidos. Un breve cruce de palabras será el inicio de una serie de encuentros y desencuentros, donde el azar y la pasión, les hará vivir una excitante aventura.

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Jérôme Bonnell también guioniza este relato de amor hilado con la calma que da la etapa otoñal de la vida. Los dos actores, Emmanuelle Devos y Gabriel Byrne, muestran un duelo de miradas, roces, caricias, diálogos, acciones. Ambos expresan muchas sensaciones cuando callan y otorgan al público, voyeur en esta pasión, las dudas e interrogantes de sus actos.

Ella es un retrato femenino complejo, con carencias afectivas, con penurias económicas pero que ama su vocación, con una relación complicada con su madre y su hermana. Él está en París para asistir a un funeral de una amiga muy íntima, que le ha dejado marcado, un hombre que soñó, pero que fue en su vida demasiado pragmático. Dos melancolías que se encuentran. Dos almas que se dejan llevar por ese momento, único que se les presenta.

París es ese otro protagonista, que esta vez no muestra sus encantos más atrayentes sino que sirve para darle énfasis a esa pérdida de anhelos y ensoñaciones. Una ciudad romántica donde las haya pero también fugaz, anónima, consumista y, en algunos momentos, cruel. Esa capital que sirve para darle un contexto que le da sentido a esos silencios de los protagonistas: un novio que no contesta al teléfono, un antiguo amor que desaparece, una atmósfera de ansiedad, angustia y evasión. Es verdad que se comete una infidelidad, pero ese amantazgo no es meramente carnal, sino emocional, un relato desgarrador por esa falta de afecto. La Ciudad de la Luz se convierte, por un instante, en un homenaje urbano al dramaturgo Ibsen ofreciendo a esos amantes pasión pero realidad.

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Porque, como en ocurre en ‘La dama del mar’, esta propuesta conoce su desenlace al comenzar la aventura, pero para Bonnell, donde reside el sentimiento no es el final sino en el camino que los conduce. Como hicieron otros como Alain Resnais con ‘Hiroshima, mon amour’; José Luis Garci con ‘Asignatura pendiente’; Wong Kar-Wai en ‘Deseando amar’; o, recientemente, Lisa Azuelos con ‘Reencontrar el amor’.

Este momento de aventura, con una química actoral espléndida, mantiene el tiempo detenido por unos instantes. Sin embargo, la triste realidad hace que, tanto los protagonistas como el espectador, deban volver a sus vidas. ‘El tiempo de los amantes’ embauca en su travesía. Un relato hecho con elegancia, mimo y pasión. Como cantó Dalida en ‘Avec le temps’, con esa letra escrita por el gran Léo Ferré: “Con el tiempo, sí, todo se va. Se olvida el rostro, se olvida la voz. Cuando el corazón ya no late, no vale la pena ir a buscar más lejos. Hay que dejar las cosas como son y están muy bien”. Una balada de lo imposible entrañable y melancólica que quedará grabada en la caricia del público.

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