‘Camino a la escuela’ (Pascal Plisson, 2013)

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Albert Einstein dijo: “Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”. Hace un par de años al cineasta francés Pascal Plisson le encomendaron crear un documental denuncia sobre la necesidad de que los niños se eduquen, de la escolarización universal y de cómo en algunas partes del mundo ir al colegio es sinónimo de peligro y perseverancia.

Para ello creó ‘Camino a la escuela’, un documental que ganó el premio a Mejor Documental en la 39 edición de los Premios César y que viene avalado por la UNESCO y UNICEF por su apoyo a la infancia y los derechos de los niños.

‘Camino a la escuela’ narra la historia real y extraordinaria de cuatro niños; Jackson, de Kenia; Carlos, de Argentina; Zahira, de Marruecos; y Samuel, de la India, que deben enfrentarse diariamente a numerosas dificultades y peligros para llegar a la escuela. Los niños viven en cuatro zonas muy alejadas entre sí, deben recorrer varios kilómetros andando o en burro que les puede llevar muchas horas a pie, pero comparten las mismas ganas de aprender y saben perfectamente que sólo la educación les abrirá las puertas de un futuro mejor.

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Es difícil catalogar y hablar de una película cuya intención no es artística y que carece de motivos creativos e innovadores. Plisson no es precisamente Werner Herzog o Wim Wenders y ‘Camino a la escuela’ no es  tampoco ‘La cueva de los sueños olvidados’ o ‘La sal de la tierra’. Sin embargo, lo que queda claro desde el inicio en que se ve este documental es una denuncia hecha para todos los públicos cuyo fin es mostrar un proyecto educativo a favor de la escolarización y, muy sutilmente, una denuncia sobre la desigualdad entre niños y niñas y entre clases. Dicho lo cual, su forma de mostrar los hechos no será vanguardista sino barroca para llegar al máximo número de espectadores. Aclarado este punto es cuando realmente se puede entrar en los sentimientos del documental.

Su inicio es fuerte. Jackson, el niño keniata, excava para encontrar agua, que está llena de barro. Una vez consigue limpiarla, la utiliza para beber, lavar su uniforme y el de su hermana Salomé y llenar bidones que ambos niños utilizarán para guardar fuerzas durante su camino al colegio. Un camino en el que deben sortear peligros como elefantes o depredadores de la sabana. Su introducción ya deja ver honestamente sus intenciones, se trata de que Occidente vea que lo que para el primer mundo es algo habitual para otros lugares en un privilegio que se sabe utilizar.

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Pero no sólo del tercer mundo se habla, países emergentes como la India, Marruecos y Argentina son mostrados también. En el caso de la joven marroquí es cuando llega una sutil denuncia sobre la doble dificultad que tiene una niña en un país musulmán de ser escolarizada. Su denuncia justamente radica en pequeños hechos, el que unos comerciantes se nieguen a ayudar a la pequeña y a sus amigas a llegar a su destino, el que una de las chicas no vaya a volver porque debe quedarse en casa. Esos pequeños gestos son los que convierten a ‘Camino a la escuela’ es un proyecto didáctico válido para concienciar, especialmente, a la infancia y sus progenitores.

Su calidad cinematográfica no es mala, aquí Plisson demuestra su experiencia en documentales paradisíacos y turísticos. Sin embargo, tampoco se está ante un largometraje que ambicione premios o pases por festivales. Honesto en su conjunto, ‘Camino a la escuela’ es el material ideal para empatizar y ver que aún existe la esperanza en la humanidad.

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