Cuando ‘El corredor del laberinto’ entró de lleno en el panorama cinéfilo allá por el 2014 nos encontramos con una aventura distópica algo diferente de las muchas que estaban llenando las carteleras por la época y que, a sabiendas de su casi indudable tirón en taquilla, siguen llegando a día de hoy.

Dylan O’Brien resultó ser una apuesta arriesgada pero que cumplió con creces los deseos de todos aquellos que disfrutan de este tipo de películas y que buscan un héroe que se la juegue y que demuestre una actitud más cercana al término kamikaze que al de valentía.

Estaba claro: iba a funcionar. Es por eso que llegó ‘El corredor del laberinto: Las pruebas’ y es por eso que ahora tenemos esta cura mortal. Funcionar, sí, pero tampoco podemos lanzar cohetes ante una película de futuro apocalíptico que no ha conseguido saltar la barrera de la seriedad. Y no me malinterpreten: es divertida, pero llegada a esta tercera entrega, ese enérgico poder narrativo que tuvo la primera película (e incluso diría la primera media hora de la primera película) se va desvaneciendo dando paso a las relaciones interpersonales de todos, pero con especial atención al protagonista.

La traición, venganza, miedo y deseo son las principales bazas en las cuales se sustenta el hilo argumental que, traspasado el momento del laberinto, busca una isla en la cual salvarse del naufragio alargando en demasía este tipo de historias secundarias. Pero mantiene ese halo de incredulidad y misterio en todo momento; ese misterio que nos sumerge en querer conocer el por qué y el hacia donde se mueve. Ese “secretismo” narrativo que consigue que la película pase del termino de aburrida en la cual está columpiándose peligrosamente a cada paso de los protagonistas.

Dichos protagonistas se encuentran en papeles correctos que desempeñan sin florituras: Thomas Brodie-Sangster puede ser perfectamente el que más destaque, con permiso de O’Brien. Echamos de menos algo más de Minho, el personaje de Ki Hong LeeWill Poulter no termina de explotar, la breve aparición de Patricia Clarkson es aceptable; Aidan Gillen es un villano correcto sin más y lo de Teresa (Kaya Scodelario) no hay por dónde cogerlo.

La fotografía y esos momentos destructivos propios de toda cinta distópica son dignos de disfrutarse, y el cierre, como desenlace de historia no dejará descontento a casi nadie. A pesar de lo previsible que resulta en todo momento. En definitiva: ‘El corredor del laberinto: La cura mortal’ es un vaivén que, por momentos se te puede hacer pesado, pero que verdaderamente nos sumerge en un mundo en el que el interés por el próximo acontecimiento es indudable.