‘Channel Zero’. La dignidad del creepypasta | HBO

‘Channel Zero’ adapta cuatro creepypastas —reelaboración en clave millennial de las leyendas urbanas de toda la vida—engordando las leves tramas originales a fin de poder alargarlas hasta el comercial formato de la miniserie (seis episodios de unos cuarenta minutos).

Su primera entrega, ‘Candle Cove’ (ídem, 2016) empieza recordando en exceso a Stephen King, con lógica merma de originalidad. A saber: escritor —aquí además psicólogo infantil— en horas bajas que regresa a su pueblo para exorcizar viejos fantasmas; esto último, como siempre, literalmente.

Por suerte, conforme avanzan los episodios el trillado aire nostálgico y revival va dejando paso a una historia ciertamente turbadora, en la línea de la fundacional ‘El pueblo de los malditos’ (‘Village of the Damned’, 1960), y de la estupenda, única —en todas las acepciones del adjetivo—, ‘¿Quién puede matar a un niño?’ (ídem, 1976), del maestro Ibáñez Serrador.

En cuanto a ‘La casa sin fin’ (The No-End House, 2017), considerada la mejor de las cuatro, la originalidad tampoco se cuenta entre sus mayores virtudes; si bien conviene precisar que ello no resulta particularmente extraño, habida cuenta de la naturaleza fandom de las historias, plagadas, por ende, de referencias inmediatas y bastante obvias.

Así, los primeros episodios remiten con fuerza a ‘Black Mirror’ (ídem, 2011-Actualidad) para, a partir del tercero —en rigor, desde el sórdido cierre del segundo—, adentrarse en inquietantes predios cronembergianos, bizarra mezcla de surrealismo y truculencia que insufla nuevos bríos a una serie que empezaba a dar muestras de agotamiento estético.

Efectivamente, es en este último aspecto donde destaca sobremanera ‘La casa sin fin’, engalanada con un ramillete de estampas de estremecedora hermosura, con ese microcosmos donde lo onírico se torna pesadillesco en la misma medida que la perfecta geometría de sus calles no conduce sino a los abismos de la locura, o del olvido, difícil discernir cuál es peor.

La tercera temporada, ‘Butcher´s Block’ (ídem, 2018), constituye una experiencia profundamente desasosegadora, golpeándonos el hígado —para a continuación arrancárnoslo a dentelladas rabiosas— con una desopilante colección de imágenes que hubiera firmado un David Lynch pasado de anfetaminas.

Butcher´s Block mezcla canibalismo, esquizofrenia y trasmundo con un enfoque surrealista en el entorno lumpen de uno de tantos barrios desahuciados por el proceso de desindustrialización en que, paradójicamente, se encuentran hoy inmersas las potencias fabriles de antaño.

El cóctel se antoja, como poco, explosivo, de una oscuridad desoladora y salpimentada de escenas (bastantes) que ponen los pelos de punta, no tanto por sus virtudes terroríficas como por la desazonadora extrañeza enajenada que transmiten. 

Sin duda y con diferencia, ‘The Dream Door’ es la peor de las cuatro temporadas, hasta tal punto que no extraña la subsiguiente cancelación de la serie. A las torpezas de sus predecesoras —la mayoría achacables a la naturaleza amateur de los originales literarios— suma ésta una asombrosa sucesión de sinsentidos que aguan la experiencia desde bien pronto.

De hecho, tras su primer episodio, el único que se salva, ‘The Dream Door’ echa por tierra todas sus posibilidades, y mira que las tenía, por trillado que esté el punto de partida: casa nueva, viejos fantasmas.

Buena parte de la culpa la tiene la pronta aparición del monstruo, ese fantoche dado en llamar Pretzel Jack, que acaba con la intriga apenas metidos en harina.

Con todo y su decepcionante colofón, ‘Channel Zero’ dignifica una literatura que, pese a estar escrita por aficionados, pone de manifiesto un mimo y un amor por el género que los autores profesionales —y renombrados, alguno incluso rico— en numerosas ocasiones parecen olvidar, entregados a facturar libros como churros, cuando no dormidos en los laureles o en los brazos del negro de turno.

Tráiler

¿Pasa el corte?
Overall
2.8
  • Originalidad
  • Fotografía
  • Interpretaciones
  • Guion
  • Banda sonora
  • Edición y montaje

Puntos fuertes

  • Su dignificación de la literatura amateur, ejemplo de un amor por el género que muchos profesionales parecen haber olvidado.
  • Todas las temporadas, incluso la cuarta, dan miedo en algún punto, cosa que no puede afirmarse de buena parte del cine de terror contemporáneo.

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