Crítica de ‘Stockholm, Pennsylvania’ (2015, Nikole Beckwith)

«Ángel caído que nunca volverá a ser el mismo; por siempre perdida»

Lo conocido ya no existe, el presente es extraño, por delante un huraño porvenir para observar con curiosidad y paciencia. Síndrome de Estocolmo, reacción psicológica en que la víctima de un secuestro desarrolla una relación de complicidad y vínculo afectivo hacia su secuestrador, distorsión cognitiva que presenta sentimientos positivos y de preocupación hacia el mismo, mientras sienten miedo e ira por policía, médicos y propia familia que les acoge e intenta ayudar.

Liberada de su raptor de 20 años se sigue sintiendo atrapada, sólo que ahora por quienes dicen ser sus padres, desconocidas personas con las que se ve obligada a vivir, en casa ajena, que se empeñan en llamar hogar cuando de éste, el único poseído, fue sacada a la fuerza para ser llevada a un inhóspito presente, no querido, pero impuesto sin remedio.

Y deambula complaciendo a quienes la rodean, siendo buena chica y haciendo todo lo que se le pide, sin confiar en nadie por nadie le es familiar, el único pariente cercano se halla en la cárcel y los periódicos, acusado de herirla, cuando ha sido su salvador y apoyo durante su programada vida.

¿Cómo querer a quien no se conoce?, ¿cómo odiar a quien se estima?, ¿cómo olvidar lo cercano vivido y aceptar lo nuevo ignorado?, mirada perdida, fija y autómata para quien está en cuerpo, pero cuya presencia anímica y mente reflexiva regresa a sus vivencias, sus recuerdos de vida que conforman lo poco que comprende, ahora mentira.

Un trabajo austero, hipnótico y frustrarte por su opaca ambientación definida, todos sufren, todos se sienten cautivos, no hay forma de volver atrás, de recuperar a una hija que no existe cuando la que se presenta ante la puerta es una joven impenetrable, rígida, hostil y distante que no permite el acceso a esa confusión lógica que reina en su cabeza.

Saoirse Ronan, firme, sólida y cautivadora como regalo bendito de un previsto paraíso que se vuelve infierno, al no hallar modo de comunicación ni puente en construcción que permita recuperar la relación abruptamente interrumpida; Cynthia Nixon fuerte, desesperada y enérgica como esa desconsolada madre que, tras recuperar a su querida niña, se dará cuenta de la ausencia de ésta que nunca más volverá a ser; tensión silenciosa a quien la rutina de seguir adelante no engaña, pero seduce e interesa con áspera fuerza para no perder el hilo del siguiente paso a dar.

Nikole Beckwith sabe escribir y rodar una historia simple en actos, complicada en emociones que esconde mucha oscuridad y secretos no compartidos de quien es liberado de la penumbra para recaer en una luz que ciega tanto como el sótano donde se encontraba, pues sigue encerrada y ausente al margen de ese mundo que ni conoce ni sabe si quiere conocer.

Profundas y sentidas interpretaciones que viran hacia un radical cambio inesperado donde, si no puedes con tu enemigo, imítalo, veracidad que va perdiendo enteros por extremar una tragedia que no lo necesita, inflexible resistencia de planteamiento que se deja llevar hacia la incredulidad de quien, siendo víctima aclamada, se transforma en martir y delirante agresor, padecimiento sin respiro donde la niña de 4 años, ahora adulta de 23, ofuscada, tirante y gélida, se presenta tan desconcertada como el ensimismado espectador que mira pero no recibe consuelo.

No opta por la lágrima ni por la sensiblería, establece numerosos puntos de conexión inaccesible como protección de ese lugar que no se conoce, porque la narración va sobre conocimiento, sobre incómoda tensión de la convivencia forzada, la nulidad de lo aprendido y la inseguridad que proporciona, al tiempo que un montón de información y personas dispares que nadie son, por mucho que se empeñen en que sea desleal con su exclusivo sustento, aquel a quien le debe la vida pues la escogió para salvarla.

Auxilio sereno, mesura agónica de un pajarillo que sigue en su propia jaula, obediencia de premios y castigos como educación silenciosa que nunca cuestionó pues era su verdad de crianza, te eclipsa por la dureza de lo que no cuenta, por esa momificada habla aprendida que no expresa emoción, ternura ni afecto pues sólo vacío posee en su interior; ¿cómo reparar las alas rotas de esa delicada criatura inocente, que se mueve sin hacer ruido, y sin averiguar las maravillas que tiene a su alcance?, pregunta doliente que te engancha a su ser, que conmociona tu alma y mantiene candente una perpleja preocupación que no descansa.

Comedida pero letal, piadosa en su intensidad, inquietud para un cuadro melancólico de pausados y lentos movimientos que se tuerce levemente en la sobriedad de su expuesto camino, diálogos secos y cortantes que mantienen tu apego por su evolución, sencillez amarga para quien continua sin despertar de su trampa pues es lo único conocido, ahora roto en mil pedazos.

Tráiler

  • 5.5/10
    Realización - 5.5/10
  • 6/10
    Fotografía - 6/10
  • 5.5/10
    Montaje y Edición - 5.5/10
  • 5/10
    Música - 5/10
  • 5.5/10
    Guión - 5.5/10
  • 6/10
    Interpretaciones - 6/10
5.6/10

Resumen

Lo mejor: El tema que aborda.
Lo peor: No explorar con contundencia en su dramatismo congelado.

Sending
User Review
4.33 (3 votes)

Lourdes Lulu Lou

1 comentario en “Crítica de ‘Stockholm, Pennsylvania’ (2015, Nikole Beckwith)”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *