‘Pasolini’ (Abel Ferrara, 2014)

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Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa; que todo aquello que toco ya lo he tocado; que soy prisionero de un interés indecente; que cada convalecencia es una recaída; (…) Que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza”.

PIER PAOLO PASOLINI

La vida del escritor, poeta, dramaturgo, ensayista, profesor y realizador italiano Pier Paolo Pasolini bien vale una película. Una mente entre lo genial, lo perverso, lo maravilloso, lo espiritual, lo cruel…lo único. Una personalidad insustituible, vanguardista, incómoda y radical. Figura como él en el panorama cultural actual no existe, realmente ya no tiene lugar. Ilustrar semejante imagen resulta más allá de un desafío, cosa que Abel Ferrara se atreve.

‘Pasolini’ narra las últimas horas de vida del realizador italiano; los últimos momentos que pasó con su madre, sus amigos. Por la noche, el artista se lanzó a la calle en busca de acción. Al amanecer, su destrozado cadáver fue encontrado en una playa de Ostia, a la afueras de la ciudad. El director era un símbolo del arte revolucionario que era incómodo al poder. Sus escritos eran escandalosos; sus películas, perseguidas por los moralistas y censores. Amado y odiado a la vez, no dejaba indiferente a nadie.

Ferrara ha sido uno de los directores más emblemáticos de final de siglo. Célebres son ‘El rey de Nueva York’, ‘El funeral’ y, especialmente, ‘Teniente corrupto’. Su habilidad para retratar lo marginal, lo oscuro, lo que habita en los bajos fondos. Sin embargo, después cayó en la más absoluta oscuridad, valga la redundancia, su cine en la primera década del siglo XXI perdió la frescura. Sin embargo, con ‘Pasolini, al igual que ya sucedió con ‘Welcome to New York’, el cineasta italo-americano parece resarcirse.

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Nada más empezar, Ferrara muestra a Pasolini comentando: “Escandalizarse es un derecho, que te escandalicen es un placer. El que rehúsa al placer de ser escandalizado es un moralista”. Lo comenta mientras realiza el doblaje al francés de su testamento cinematográfico, ‘Saló, o los 120 días de Sodoma’. Con estas declaraciones, Ferrara entra e invita a meterse en los mundos del cineasta, escritor y poeta. El director norteamericano se adentra dentro de ese lirismo perverso que conforma la figura de Pasolini de forma desordenada, nerviosas. Ferrara no contempla crear un biopic sobre el creador de ‘Teorema’ o ‘Mamma Roma’ sino enseñar cómo percibe él las últimas horas del aclamado genio.

Cierto que hay mucha personalidad de Ferrara, tanta que eclipsa en sus últimos actos a la de Pasolini, pero se agradece que quiera entrar en el mundo del controvertido artista para enseñar esos mundos de ultratumba que tanto le fascinaban. Para recurrir a tales momentos, necesarios para conocer las intenciones del escritor. Ferrara empieza fuerte, directo, con su habilidad de mostrar lo marginal de la situación. Después enseña la rutina del maestro, de sus conversaciones con su madre, de las reuniones con los amigos. Ferrara se queda con el Pasolini que pudo ser y no el que fue, el que preparaba una nueva novela y tenía un borrador de guion que mostró a Eduardo De Filippo y su actor fetiche, Ninetto Davoli.

El realizador saber llevar esa atmósfera que va a caballo entre lo bello, lo lírico y lo turbio. La forma en que divide y enseña el arte de Pasolini recuerda a cómo Paul Schrader retrató al también artista multidisciplinar japonés Yukio Mishima en ‘Mishima: Una vida en cuatro capítulos’. Ambos coinciden en mostrar sólo los últimos minutos de vida de las celebridades, como también hablar de ellos a través de sus obras. Sin embargo, el juego a Schrader le salió de forma excelente, cosa que a Ferrara sólo le sale de manera notable.

Sólo notable porque es verdad que el filme no decae y tiene a un protagonista, Willem Dafoe, que da una de sus mejores interpretaciones, exceptuando ese acento de Wisconsin y sus diálogos en inglés que no permiten poder entrar más a fondo en su personaje, pero Ferrara se queda corto en su homenaje.

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Se sabe que un biopic no puede reflejar toda una vida, cierto. Sin embargo, Ferrara tiene la intención de mostrar lo más emblemático del realizador italiano, aquello que imprescindible de su legado junto que aquella obra que quedó para siempre inconclusa por su muerte. Y empieza bien, como finaliza de manera extraordinaria, pero su problema es que pretende abarcar más de lo que realmente desea. Cierto es que lo que muestra Ferrara de su visión de Pasolini llega (ese homenaje de Ninetto Davoli, una de las musas vivas del fallecido cineasta), pero da la sensación de ser insuficiente.

A diferencia de otras películas donde un exceso de metraje le resta puntos, algo que le pasará pronto a Nuri Bilge Ceylan como continúe así, en esta su escueta duración –menos de 90 minutos– no permite adentrarse en lo complejo que era Pasolini, odiado por el poder por ser comunista y denostado por el partido comunista por su homosexualidad y visión particular de la vida. El cineasta tiene varias facetas y fases artísticas que no son siquiera pinceladas en esta obra que transforma a la sadomasoquista ‘Saló’ en lo central de la película obviando obras maestras como ‘El evangelio según San Mateo’, ‘Medea’ o la trilogía de la vida (‘El decamerón’, ‘Los cuentos de Canterbury’ y ‘Las mil y una noches’).

‘Pasolini’ resulta un correcto ejercicio, que marca los deseos del realizador italiano, enfocados con un punto de vista personal. Puede servir de introducción para aquellos que desconocen al maestro que era Pier Paolo Pasolini o para los amantes de su faceta más oscura. Resulta una de las mejores obras que firma Ferrara; sin embargo, no está a la altura de la figura a la quiere representar.

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