‘Leviatán’ (Andréi Zviáguintsev, 2014)

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Y a Leviatán, ¿le pescarás tú a anzuelo, sujetarás con un cordel su lengua? ¿Harás pasar por su nariz un junco? ¿Taladrarás con un gancho su quijada? ¿Te hará por ventura largas súplicas? ¿Te hablará con timidez? ¿Pactará contigo un contrato de ser tu siervo para siempre? ¿Jugarás con él como con un pájaro o lo atarás para juguete de tus niños? ¿Traficarán, con él los asociados? ¿Se le disputarán los mercaderes? ¿Acribillarás su piel de dardos? ¿Clavarás con el arpón su cabeza? Pon sobre él tu mano: ¡al recordar la lucha no tendrás ganas de volver!

Job 40: 25-32

Con estas palabras se dirigía Dios a Job en el Libro de Job de la Biblia. La bestia marina Leviatán aparece en el Antiguo Testamento, asociada a menudo con el diablo, fue creada por Dios. No sólo el monstruo de los mares se llama así, uno de los más célebres escritos del filósofo y político inglés Thomas Hobbes también se llama Leviatán. En dicha obra, Hobbes hacía una justificación completa del Estado absolutista como forma de proposición teórica de un contrato social, estableciendo una doctrina de derecho moderno que fuera base de las sociedades y gobiernos legítimos.

Dicho lo cual, no sorprende en absoluto que Andréi Zviáguintsev para su cuarto largometraje haya optado por semejante nombre. El cineasta ruso ha sabido evolucionar en su cine, que transpira fuerte crítica social. Su ópera prima, ‘El regreso’, le consagró en Venecia con el León de Oro; ‘Elena’ supuso el culmen en su incipiente carrera con un ambivalente retrato sobre lealtades familiares. Ahora llega este ‘Leviatán’ que supone, incluso más, una nueva escalada en su filmografía. Premio a Mejor Guion en Cannes, cuatro nominaciones a los Premios de Cine Europeo y ganadora del Globo de Oro a Mejor Film de Habla No Inglesa.

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Nikolái “Kolia” vive en un pueblo a orillas del mar de Teriberka, al noroeste de Rusia. Tiene un taller mecánico cerca de su casa, donde vive con su joven esposa y su hijo, de un matrimonio anterior. El alcalde del pueblo le ha expropiado los terrenos, con la excusa de crear una central hidroeléctrica. Sin embargo, Kolia no está dispuesto a darse por vencido y decide recurrir a la justicia para evitar la expropiación.

En sus primeros actos, se puede observar que Zviáguintsev expone al espectador unos personajes enfrentados como si se tratara de un western eslavo: un tipo de antihéroe que lucha contra el malo, que representa a un sistema duro de roer. Sin embargo, el filme se sumerge en aguas más profundas para acercarse a un relato más propio de las obras de Chéjov. No resulta extraño que a Zviáguintsev se le catalogue como un renovado Andréi Tarkovski de forma más académica y convencional. Porque ‘Leviatán’ es una clara metáfora del sistema corrupto que existe en la Rusia actual.

El director crea una tela de araña que corroe todo lo que toca. Su protagonista no es un antihéroe que lucha contra el sistema y con el que se puede empatizar. Tanto a esa burocracia con la que intenta batallar; como el propio Kolia están ahogados en una vida rodeada con alcohol, decadencia y un abismo existencial. En el mundo presentado en ‘Leviatán’ no hay opción a salida, no queda esperanza. Zviáguintsev lanza un grito de desesperación en forma de película. En dos horas y veinte de metraje se pueden ver un alcalde que se asemeja más a un mafioso que a un hombre preocupado por los ciudadanos; una justicia que está postrada a lo que los altos cargos políticos deseen; una policía pusilánime, que sólo actúa en banalidades; una iglesia que se inmiscuye en asuntos que no le compete y se aprovecha de su amistad con los cargos políticos para sacar beneficio; una población que aguanta al sistema sin inmutarse y que ahoga sus penas con vodka… Su película contrapone a su mensaje con planos fijos, blanca fotografía y escenarios naturales cuidados al detalle, simbólico ese esqueleto de ballena que cubre el mar. Curiosamente estos contrapuntos recuerdan a películas de R. W. Fassbinder como ‘La ley del más fuerte’ o ‘La ansiedad de Veronika Voss’.

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Kolia representa una forma de Job moderno que se enfrenta con estoicismo a los avatares que la vida le presenta. Hobbes, en el citado libro, dijo: “El hombre es un lobo para el hombre”. En cierta manera, el cineasta convierte en su película al alcalde, la justicia y administración en un tipo de Estado absolutista rodeado por un mar que acecha. Toda una parábola para denunciar una situación comparable a vivir en el infierno.

No sólo de un guion sólido y cuidada ambientación y técnica se nutre este film. Las interpretaciones de sus actores emite naturalidad y buen hacer. El curtido Alexéi Serebryakov es este particular protagonista que vive una expropiación, una infidelidad y una falta de respeto con una obstinación bendita. A su lado están Vladimir Vdovichenkov, Elena Liádova y Román Madiánov que componen unos personajes marcadamente materiales que podrían ser tranquilamente de un film de Nuri Bilge Ceylan.

‘Leviatán’ es un oscuro cuento de la inexistencia de la salida. Una reflexión que no muestra alternativas pero que invita a pensar en ellas. Puede que no sea una obra redonda, su excesivo metraje difumina un poco su mensaje, pero se está ante una obra incómoda, difícil de digerir pero de necesaria visión.

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