El cine de animación ha empezado a adoptar nuevos mensajes que aparentan estar alejados de los convencionales en este género. La dama en apuros se ha convertido en guerrera, los nobles caballeros ya no son tan valerosos ni tan gentiles y en las moralejas ya no comen perdices…o eso al menos es lo que se da a entender. La nueva propuesta de Fox, ‘El libro de la vida’, sigue esa tendencia de renovar las moralejas de las historias y actualizarse a las nuevas realidades sociales.
Manolo es un torero enamorado de una bella mujer llamada María, que ha de decidir entre su familia y su mayor pasión: la música. Antes de elegir qué camino tomar, Manolo se embarcará en un increíble viaje que abarcará tres mundos fantásticos, en los que deberá encararse a sus peores pesadillas y miedos. Pero Manolo no es el único que pretende a María, también está Joaquín, amigo de la infancia y que quiere ser el héroe de la ciudad. Y todo en la celebración del Día de los Muertos en México.
La principal virtud de esta propuesta es la belleza y color que se le da a la imagen y los fondos. El director y coguionista, Jorge R. Gutiérrez, da vida a un mundo que conoce bien y con el que pretende dar a conocer lo hermoso de la cultura mexicana, tan próxima a Estados Unidos pero tan lejana a la vez. El Día de los Muertos que se muestra es visualmente diverso y lleno de significados muy concretos del país azteca. Innovadora la propuesta de crear una cinta en animación 3D y con protagonistas que son marionetas de un libro y cuyos movimientos dan la sensación de estar viendo una producción stop-motion con lo que la combinación provoca una sensación de divertido homenaje y acercamiento a una cultura. Gutiérrez hace una celebración del folclore mexicano en la que todo el mundo está invitado.
Y en eso reside su principal alabanza porque ‘El libro de la vida’ no aporta nada nuevo a lo que se haya podido mostrar antes. Pese a las buenas intenciones de sus creadores, el filme tiene tantos clichés en su contenido, un escenario donde México es representado por toreros, militares con bigote, mujeres con temperamento, serenatas de mariachis, damas en apuros y machos que luchan para el amor de una dama, que sus intentos de renovar esas costumbres y adaptarlas a los mensajes de los que hacen alarde otras producciones contemporáneas como ‘Brave’, ‘Cómo entrenar a tu dragón 2’ o la reciente ‘Big Hero 6’, queden en papel mojado ante la incómoda incompatibilidad de fuertes costumbres arraigadas que, realmente, necesitan una evolución histórica. Vienen a la memoria los fallidos intentos de ‘Operación cacahuete’ o ‘Turbo’.
Gutiérrez le declara amor a su tierra pero de manera artificiosa, centrándose en escenas tan bellas visualmente, llenas de alma pero con molestas contradicciones que se reflejan en una trama irregular que, en sus últimos actos, recuerda excesivamente a la perturbora ‘La novia cadáver’ de Tim Burton. Quizás ‘El libro de la vida’ hubiera podido funcionar mejor si su enfoque hubiera estado más cerca del que hizo otro director de la Fox, Carlos Saldanha, en su magnífica ‘Río’ donde los clichés culturales sirven meramente de base para contar una trepidante historia de superación alejada del encorsetamiento de tradiciones locales.
Pese a la innovadora y colorida experiencia visual, ‘El libro de la vida’ es una amalgama tan convencionalmente exótica que atraerá a aquellas familias que vean las diferencias culturales como parques de atracciones de color y no quieran realmente profundizar en el acercamiento y empatía entre civilizaciones distintas. Una propuesta tan interesante y diferente como los nachos con guacamole.
